sábado, 20 de agosto de 2011

21/8/11 Evangelio y Vida por Fray Alejandro Robertson, mercedario.


“TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DE DIOS VIVO”
Reconozcámoslo, nuestra identidad religiosa tiene mucho que ver con estas palabras con las que el apóstol Pedro responde a la gran cuestión que Jesús plantea a sus discípulos: “¿Y vosotros quien decís que soy yo?”.


Después del camino del discipulado, escuchando las palabras de vida que el Señor les predicaba, después de haber comprobado con ojos propios que el Reino de Dios anunciado por Cristo, no era una utopía inalcanzable, sino un manera de obrar, sencilla pero con poder sobre el mal, iba haciéndose realidad en aquellos hechos asombrosos o no: curaciones, exorcismos, multiplicación de los panes, acogiendo al marginado o discriminado injustamente… Después de eso, ya solamente quedaba un paso decisivo, reconocer UNA GRAN VERDAD, Dios es presencia viva en el Maestro.

Así es, no sólo nos llamamos cristianos por ser bautizados, sino porque identificamos la fuerza del Dios vivo en la Palabra y obrar de Jesús de Nazaret, fuerza que transforma y salva nuestras existencias. Y esto no se aprende, ni se enseña con los mejores sermones o libros, sino que se descubre en la oración de cada día, los sacramentos, la experiencia religiosa y la capacidad que tenemos y ponemos para amar más y más, y también perdonar de corazón a nuestros prójimos. Somos lo hacemos y hacemos aquello que creemos. “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo”.

Por eso, pongamos toda nuestra voluntad en hacer todo el bien que podamos, con amor y gratuidad, así seguiremos afirmando que el Jesús en el que creemos los cristianos es el Hijo de Dios vivo.

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