viernes, 12 de febrero de 2010

Evangelio y Vida / Domingo 14 Feb: ¿PARA QUIEN LA DICHA? por Fray José Muñoz, mercedario


No es la primera vez que nuestras palabras se mezclan con las que escuchamos en la radio o la televisión, y bien nos podría ocurrir lo siguiente en una simple visita a un amigo mientras la televisión está prendida y los de la casa van y vienen.
-No es justo- dice el hijo pequeño- que mamá, me obligue a comer ese filete de ternera, sabe que no me gusta y me hace infeliz.
-Hoy en un poblado del Zaire -dice el locutor de televisión- en Karembe, los niños están de fiesta porque gracias a una donación, a su dieta de habichuelas con batata podrán añadir un puñado de arroz durante los próximos tres meses. Se les ve muy felices.
-Este niño es impertinente -dice la mamá- Sebastián, ya te lo he dicho cien veces necesito una cocina nueva, con quemador automático y horno microondas incorporado y auto limpiado, la que tengo ahora sólo me hace sufrir.
-El candidato Pérez y Pérez -dice el locutor- ha prometido a los habitantes del pueblo cercano a los límites del desierto que su primera acción de gobierno será plantar bosques que produzcan madera para leña y así puedan cocinar. ¿Se lo creerán?
-Mi mujer siempre con lo mismo -dice el padre- nunca está conforme, pero ahora no puedo concederle sus caprichos porque estoy a punto de adquirir un ferrari que me convertirá en el rey de la carretera, no sabes lo feliz que me hace.
-En la costa oeste, en la isla desolación -dice el locutor- el medio centenar de habitantes se felicitan porque el alcalde de la costa ha accedido por fin a enviar una lancha cada quince días, ahora podrán visitar a sus familiares y comprar lo más básico.
Me voy de esta casa -dice la hija adolescente- no estoy dispuesta a compartir mi habitación con esa mocosa de seis años que todo me lo estropea, quedas avisado- le dice al padre.
En el extremo Oriente-dice el locutor- en Chim-chon se ha comenzado una campaña para construir en los próximos diez años nuevas casas, ya que actualmente familias de diez y doce viven apiñados en chabolas de una sola habitación.
Al final, uno sale de la casa, convencido de que hay muchas injusticias, pero alguna gente, aun con poco, es feliz.

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