miércoles, 23 de mayo de 2012

Celebrando la Vida por Freddy Ginebra Giudicelli

Ámame

 
“Ámame cuando menos me lo merezca que es cuando más lo necesito”.

La frase la escuché la otra mañana cuando asistí de presentador a un desayuno y un amigo que dedica su vida a salvar almas compartía sus vivencias.

De todo lo que dijo, y dijo muchas cosas interesantes, esta declaración me impresionó tanto que pensé en escribir sobre el tema.

Generalmente amamos a quienes responden a nuestros amores, a aquellos que nos caen bien, que siguen nuestra línea de pensamiento, al hijo meritorio que gana las mejores notas, al amigo servicial que siempre está a nuestra disposición, al socio amigo fiel y solidario, al familiar que lo tiene todo y que no nos molesta.

Amar es un ejercicio que implica dolor, así me lo enseñó una mujer con la cual tuve la dicha de conversar hace muchos años. Me lo dijo de una manera tan simple, tan sin espavientos que me estremeció.

No sé si lo he contado otras veces, no importa, la edad me da derecho a repetirme.

Estaba sentado a su lado en un camerino de Radio Televisión Dominicana.

-A ver- le pregunté sin saber que quizás esa pregunta podría cambiar mi vida. -Hasta dónde hay que dar? Es un peligro hacer preguntas a gente santa. Ella me mirá a los ojos y con una naturalidad desconcertante me dejó caer sin alterar ningún músculo de su cansado y arrugado rostro -Hay que dar hasta que duela- me contestó.

Al principio no entendí y ella pareció ver la perplejidad en mi cara pues añadió. -No lo que sobra, eso lo da cualquiera, es aquello que te cuesta trabajo, que te obliga al sacrificio-. Y no dijo más. Yo tampoco, pues había quedado sin palabras y apresado en la sabiduría de su declaración.

He descubierto a traves de los años que el verdadero amor cuesta, duele, obliga, libera, devuelve con creces, te acerca al gran amor, te descubre un universo al cual no tienes más manera de llegar a él que por este camino. Quien da y se entrega rompiendo con sus egoísmos, comienza a recorrer un camino que engrandece y nos hace crecer no solo como ser humano, sino, como ser divino.

Siempre he creído que Dios está dentro de cada uno de nosotros, que somos parte de Él, que cada ser humano tiene su cielo y su infierno dentro, y que cada uno es responsable de dejar que impere el reino que corresponde con nuestros actos.

Amar a aquel cuando menos se lo merece, es dar hasta que duela en su máxima expresión. Intento, les juro que lo intento. Hay días en que lo logro, otros me quedo en el intento. Esta fragilidad humana que me hace sentir tan imperfecto es un reto permanente.

Lo importante es intentarlo cada día, cada día, cada día.

Correo electrónico del autor: fginebra@estilos-dl.com

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