La fotografía, como cualquier otra disciplina artística, es grande, en parte, por lo que despierta en el observador, por cómo éste interpreta lo que observa y obra en consecuencia. La imagen de Samuel Aranda, que fotografiaba para The New York Times, porque en España vende más fotografiar famosos, retrata no solo la realidad de Yemen sino la de toda la revolución de la Primavera Árabe y ensalza la figura de la mujer, porque es ella quien se mantiene firme mientras sostiene al herido, porque el nicab no la ciega y sus manos también están manchadas de la misma sangre revolucionaria. Fijaos hasta qué punto es libre la interpretación ulterior que hay quien ve en ella la famosa escena de La Piedad.
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