viernes, 4 de noviembre de 2011

Verdaderamente Inefable por Yasmin Dishmey

Como el papel arrugado

En esta semana estuve leyendo una historia y la quiero compartir con ustedes. Se trata de un niño que tenía carácter impulsivo. Cuando se encendía en cólera, ofendía y provocaba a los demás, hiriéndoles con palabras. La mayoría de veces, después de estos incidentes, se sentía avergonzado por lo dicho y hecho. Y se esforzaba por consolar a aquellos que había dañado, tratando de reparar lo hecho, sin pedir perdón.

Un día mientras estaba en clase tuvo un arranque de explosión contra un compañero, desencadenando su ira. El maestro lo observó, y acercándosele, lo tomó de la mano y lo llevó al salón, contiguo, y sentándolo en un pupitre, le entregó una hoja de papel lisa y le dijo « ¡estrújalo!». El niño asombrado obedeció a su maestro, e hizo con el papel una bolita, arrugándolo. Después el maestro mirándolo fijamente le dijo: «Ahora como estaba antes». Por supuesto que el niño no pudo dejarlo como estaba, por más que trató de que el papel quedara sin pliegues y arrugas, le fue imposible, pues tenía las huellas del estrujón.

Entonces el maestro tomando el papel le replicó: «El corazón de las personas es como este papel, una vez herido por las palabras ofensivas, las huellas quedarán por mucho tiempo. La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar, como esas arrugas y esos pliegues en el papel».

El niño se quedó asombrado, y aprendió así a ser comprensivo y paciente, midiendo más sus reacciones y sus palabras. Cuando sientas ganas de estallar, recuerda ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrarla fácilmente, máxime cuando lastimamos con nuestras reacciones o palabras a las personas que amamos. Muchas veces cuando queremos enmendar esos errores ya es tarde. Alguien dijo una vez que: «Hay que hablar con palabras tan suaves como el silencio».

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