sábado, 10 de septiembre de 2011

Hay que reirse más...

Lo propone un buen amigo. Y quizás es un grito que, precisamente al empezar la cuaresma, resulta casi trasgresor, pero necesario. Tenemos que reírnos más para tragar la vida. ¡Claro que sí! No es la risa insensata de los necios. Tampoco la risa frívola del que pasa por la vida sin mirarle a la entraña. No es la risa fracasada de quien vive amargado. Ni la risa cruel del malvado. La nuestra puede ser la risa alegre de quien ama y es amado. La risa franca de quien se sabe limitado. La risa honesta de quien vive con la verdad por delante. La risa divertida de quien sabe leer, en cada historia, sus posibilidades. La risa ligera de quien no hace dramas de más. La risa agradecida de quien sabe reconocer la bendición. La risa que sabe marcharse para volver en otro momento.

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