domingo, 5 de junio de 2011

Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, Mercedario



SE VA Y NOS DEJA SOLOS. ¡Y AHORA QUÉ!

Otra vez lo mismo, es la segunda vez que nos deja y lo dice tan tranquilo. No, si a mí ya me parecía algo sospechoso tanto ir y venir.

Ahora estoy, ahora no estoy, ¡ni que fuéramos bebés para jugar así con nosotros! Yo se lo quería advertir pero como estaban tan ilusionados, no quise ser el aguafiestas.

Pues es la última vez que me pasa, la próxima que se busque a otro tonto.

Y yo que dejé un buen trabajo, que me había propuesto mi cuñado, pensando que volvíamos a emprender la tarea.

Lo menos que podía haber hecho es presentarse en el sanedrín o en el templo, o en el palacio de Herodes y darles una lección.

Nos hemos pasado el tiempo jugando a las escondidas y al final no habrá quien lo encuentre.

“Tantos comentarios ante la partida contribuyen a regocijar el espíritu del PADRE, que siente que el grupo está casi a punto, una pizca de rebeldía, una porción de descontento, un amago de pasión, un chin de carácter, ya casi están todos los ingredientes para que el espíritu vaya forjando al perfecto misionero que lleve hasta el confín su palabra, solo falta un poco de confianza.”

Cada uno va escuchando en su interior, unas palabras, apenas un susurro: “¿qué hacen mirando al cielo?” y en conexión con ellas el último deseo del Maestro: “Vayan a todas las gentes y bauticen en él…

Una voz férrea y profunda les saca de su ensoñación, es Pedro que pregunta:

- Y bien compañeros, decían algo.

- No, nada, que aquí ya no hay nada que hacer, volvamos a casa que siento un cosquilleo que me recorre el cuerpo y siento que tengo que hacer algo, aunque no sé que es.

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