jueves, 26 de mayo de 2011

Con Otras Palabras por Pabel Alba Hernández

Luz para el camino



Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de oriente, un hombre que una noche caminaba por las oscuras calles llevando una lámpara de aceite encendida. La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.

En determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo lo mira y de pronto lo reconoce. Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:

-¿Qué haces Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves!...

Entonces, el ciego le responde:
-“Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí, y no tropiecen…”.


No sólo es importante la luz que me sirve a mí,
sino también la que yo uso para que otros
puedan también servirse de ella.
Cada uno de nosotros
puede alumbrar el camino para otros,
aunque no lo necesite para sí.
Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil…
¡Qué hermoso sería si todos lo hiciéramos!

(Adaptación “Semillas de vida 2” de Raúl Echeverri)

Esa luz del cirio pascual que permanece encendida en cada iglesia, tiene como propósito fundamental el que encendamos nuestra vela de El y podamos alumbrar el camino de los demás. La fiesta de resurrección no es solo tuya y de Cristo, sino también de los demás. ¡Vete y haz tú lo mismo!

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