viernes, 11 de febrero de 2011

13/2 DO Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario


SI TU HERMANO

¡Qué felicidad! Al llegar este momento experimentaba una sensación de dicha incomparable. Conservaba esta sensibilidad olvidad por otros. Mientras el sacerdote elevaba la hostia él se sentía elevado al séptimo cielo.

Otros de su edad no sabían apreciar este momento sublime, pero para él era el culmen de la dicha.

Y era capaz de cualquier cosa para disfrutar este momento. Aún recordaba las dificultades de esa mañana para llegar a la iglesia. Si no hubiera estado atento su hermano habría entrado antes en el baño y le habría retrasado, claro que su hermano tenía prisa por llegar puntual a su primer día de trabajo, pero bueno si lo perdía ya encontraría otro.

Y menos mal que me hice el loco cuando mi madre me llamó para darme un encargo cuando salía a la calle, me hice el sordo y seguí mientras escuchaba algo sobre una medicina para el abuelo, está algo asmático y medio paralítico, pero no creo que se le ocurra morirse ahora.

Lo peor fue que en el camino se me cruzó Ricardo, que con mala cara me recordó la promesa que le hice de ayudarlo en la tarea que tiene que presentar mañana. Es un chico listo, no creo que vaya a reprobar por esa tontería.

Y prefiero olvidar el disgusto al llegar a la iglesia y ver a la Felisa en mi sitio de siempre, la tuve que poner en su lugar y decirle dos verdades, ¡que se habrá creído esa! Menos mal que todo el mundo la conoce, no quiero ni recordar las palabras que use para hacerme valer.

Mientras sigue contemplando la elevación del cáliz rememora algunas palabras del evangelio: “si cuando vas a poner tu ofrenda en el altar te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja alli….” Pero al punto se dice: estas palabras no me dejan concentrarme, mejor será olvidarlas.

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