lunes, 24 de enero de 2011

SEMILLAS PARA VIVIR por José Alberto Hidalgo O.P.

Hola sembradores, te han regalado alguna vez poesías, y tú? Quiero que en esta semana regalemos poesía, la poesía es la cita con los sueños, los deseos, la expresión de lo inexplicable, hace resplandecer realidades y comunica corazones, quiero comenzar yo, les regalo una poesía de un gran cubano, cuyo natalicio recordamos los cubanos cada 28 de enero, él es José Julián Martí y Pérez (La Habana, Cuba, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, Cuba, 19 de mayo de 1895) fue un político, pensador, periodista, filósofo, poeta, creador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra del 95 o Guerra Necesaria. Perteneció al movimiento literario del modernismo.

En el campo de la poesía sus obras más conocidas son Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891), Versos libres y Flores del destierro. Sus ensayos más populares son El presidio político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), cabe también destacar su obra epistolar, por lo general bien apreciada literaria y conceptualmente.
Su influencia en los cubanos es grande. En general es considerado por sus compatriotas como el principal modelador de la nacionalidad cubana tal como la conocemos hoy. Su prestigio se refleja en los títulos que popularmente se le conceden. «El apóstol de la independencia» y «el maestro» son los más usados.

Aquí les dejo con mi regalo. Les bendigo.
José Alberto

 
La Niña de Guatemala

José Martí

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente —¡la frente
que más he amado en mi vida!...

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

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