jueves, 16 de septiembre de 2010

DO 19/9 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario


¿Y AHORA QUE? 


Se respiraba un ambiente tenso entre la manada, el macho dominante se había dirigido con aire cortante a uno de los machos que le acompañaban habitualmente en la caza.

-Hasta aquí hemos llegado, conozco tus tretas. Si hay que correr quedas rezagado, si nos enfrentamos a un animal peligroso, desapareces, cuando es uno inferior allí estás el primero, cuando vas a repartir lo obtenido entre el resto de la manada, la mitad se quejan de que no les llega su parte, y cada vez te veo más gordo y florido. A partir de mañana dejas de formar parte de esta manada.

El así interpelado se marchó con el hocico bajo y el rabo entre las piernas, sin replicar, agradeciendo que no le plantara sus colmillos en la piel, y lamentándose por el triste futuro que le esperaba. No podía cazar con la manada, y menos en su territorio. ¡Se moriría de hambre!

En estas elucubraciones iba, mientras se internaba por el bosque, cuando se dio de bruces con un sorprendido conejo atrapado entre las raíces de un árbol.

-Recuerda este día, cuando me vuelvas a ver- le dijo, mientras acercaba su boca a las raíces para romperlas y liberar al conejo-

Más adelante descubrió un pichón que aleteaba en el suelo intentando alzar el vuelo. Lo agarró, con delicadeza entre sus colmillos y lo izó al nido mientras decía a los padres

-no se olviden de esto en la próxima ocasión-

No dio muchos más pasos cundo encontró a un zorrillo atrapado en un cepo de cazadores, haciendo presión con sus patas le ayudó a liberarse mientras le gritaba

-Ten esto presente cuando la ocasión lo pida, ya nos veremos de nuevo.

Lo mismo con una tortuga que había quedado de espaldas. No podía cazar pero se había asegurado el agradecimiento de un buen número de animales que en el momento adecuado le facilitarían algo de comida.

 
 

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