martes, 14 de septiembre de 2010

DO 12/9 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario


ÉSTE ES EL ADECUADO 

El garaje era un amasijo de piezas de todo tipo, de allí lo mismo salía armado un carro que una lavadora. Bobinas de cobre, motores viejos, piezas de hierro informe, placas niqueladas, varillas de diferentes tamaños, chapas onduladas, el conjunto constituía un universo artificial variopinto. Entre las piezas, un tornillo, algo oxidado, con su tuerca, se encontraba en la esquina de la repisa cercana a la puerta, pasaba desapercibido entre piezas de un tamaño y un valor superioir. El mecánico apenas prestaba atención a esta minúscula pieza, ocupado en ensamblar otras de mejor calidad para arreglar electrodoméstico averiados o construir otros nuevos con piezas usadas.
Por eso el día que los hijos del mecánico estaban jugando en el taller nadie se molestó cuando el tornillo cayó al suelo y saliera al patio trasero, a causa de los empujones que se daban los pequeños, allí quedó semioculto entre otras piezas olvidadas. Alli se confirmaba su poca utilidad.
Pero esa tarde, mientras el mecánico arreglaba un aparato averiado, extendió el brazo hacia la repisa donde se encontraba el tornillo, encontrando solo el vacío, lo cual le molestó, porque estaba seguro de haber visto desde hacía tiempo un tornillo con las características adecuadas para finalizar el trabajo que tenía entre manos.
Sin pensarlo dejó lo que estaba haciendo y comenzó a rebuscarlo, estaba seguro de no haberlo utilizado con anterioridad.

Al descubrir que sus hijos habían estado jugando les pidió que le ayudaran en la búsqueda, y no fue hasta bien entrada la noche. El más pequeño lo encontró y se mostró sorprendido cuando vio a su padre tan feliz al recogerlo. Si, estaba un poco oxidado, con una muesca en la cabeza, y las espirales en mal estado, pero era el más adecuado para finalizar su última obra, y como si fuera una joya lo llevó a la mesa del taller para que ocupara su lugar.



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