jueves, 5 de agosto de 2010

DO 8/8 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario



LINDO POR FUERA, VACIO POR DENTRO

El grupo de jóvenes de aquel pueblo se encontraba entusiasmado, habían llegado a la edad apropiada para asumir su tarea. Ésta era sencilla: recoger durante todo el año unas pequeñas frutas que crecían en la montaña, únicas en la región, utilizadas por el pueblo para elaborar diferentes productos que les distinguían del resto de los pueblos. La recogida de fruta estaba reservada para los jóvenes de una determinada edad.
Cada uno se procuraba su macuto, o su cesta o su zurrón para el transporte.
Benito Pretencioso estaba satisfecho por que su zurrón sería el mejor, de piel, sus padres se lo podían permitir, pero el primer día cuando llegó el momento de rendir cuentas ante el almacenista su zurrón estaba vacío, con el fondo agujereado comido por los ratones. La piel no era buena idea. Consiguió uno de piel sintética, elaborado por Paco Rabane, la fruta llegó pero fermentada por el calor, ese material no dejaba transpirar, tampoco servía.
Consiguió que sus padres le trajeran uno tejido con fibra de papiro del Nilo, con amplias aberturas y diseños florales. La fruta llegó, pero por espacios abiertos las abejas y avispas se habían introducido para sacar el jugo de la fruta y ésta se había echado a perder.
Pretencioso estaba desesperado por no poder contribuir como se había propuesto y observaba que su amigo Fulgencio Sencillez, de familia más humilde, cada día reportaba una buena cantidad de fruta en estado inmejorable, y le preguntó.

- Fulgencio, ¿de que está hecho tu zurrón, dónde lo has conseguido?

- Está hecho de mucho amor, el que ha puesto mi madre cada noche mientras lo confeccionaba con restos de lana que ella había guardado para esta ocasión.

 

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