Una vez una profesora quiso dar una clase a sus alumnos sobre Jesús. Como buena pedagoga, empezó hablando de Jesús, sin decir su nombre, esperando que los alumnos adivinaran de quien estaba hablando.
Empezó diciendo: Os voy a contar la historia de una persona muy bondadosa, que nació muy pobre, de tal modo que ni siquiera los vecinos se enteraron de su nacimiento. Nació por ocasión de un largo viaje de sus padres. Como era pobre, nadie les acogió, ellos tampoco tenían dinero para irse a un hotel. Tuvo que nacer en una choza abandonada, quizá una cabaña de pastores, que guardaban el ganado en la montaña, donde se refugiaban cuando venían a la aldea.

Iba todavía por la mitad de la historia, cuando un niño interrumpió a la profesora y, con desparpajo, le dijo: yo sé quién es, yo sé quién es esa persona. La profesora sintió una enorme recompensa con la intervención del niño y quiso darle la oportunidad de que mostrara sus conocimientos de catecismo. Entonces el niño respondió sin titubear: es el sr. Armando, vive en mi barrio, yo le conozco muy bien.
Era eso exactamente: el sr. Armando reflejaba a la perfección los rasgos de Jesús. Era como su retrato.
Estamos llamados a ser como el sr.Armando, imágen más que textos. La verdadera identidad cristiana no radica en conocer la Biblia del Génesis al Apocalipsis. Sino consiste en aplicar el mandamiento con que se resume ese hermoso libro: Amar a Dios sobre todas las cosas y Amar al prójimo como a ti mismo.
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