viernes, 21 de mayo de 2010

DO 23/5 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario



RECIBID EL ESPIRITU

María, como cada mañana, iba al encuentro de las mujeres para organizar las tareas y así atender a todos los que se congregaban en la casa, y mientras tanto pensaba que ya habían pasado muchos días, y por lo que iba escuchando cuando hablaban los discípulos estaban más que preparados para comenzar a expresar abiertamente lo que habían aprendido, tenía que decírselo esta tarde sin falta.
Pedro, venía caminando, para encontrarse con el resto, y se sentía avergonzado, porque veía cada día a María, y ellos no hacían nada, el era el más viejo y tenía que dar ejemplo, sobre todo para animarla a ella, ya era hora de que alguien comenzara a hablar de Jesús, esta tarde se lo diría a los demás.
Juan, venía corriendo, como era habitual en él, y no dejaba de darle vueltas a una idea que le venía rondando desde algún tiempo, ya desde que estuvo en el sepulcro le entraron ganas de gritarlo a los cuatro vientos, pero los mayores pedían prudencia, esta tarde les diría que tenían que ser valientes, y el como el más joven estaba dispuesto a salir a la calle para hablar de Jesús, quizá así se animarían los otros.
Tomás, acababa de cerrar la tienda de su cuñado y se dirigía al encuentro de los demás, pensaba que ya iba con retraso y en su cabeza volvía una y otra vez la misma imagen, “mete tu dedo en mi mano…”, y en aquella ocasión había gritado “Señor Mío y Dios mío”, pero allí se acabó todo, si los demás querían seguir así no importaba pero él estaba dispuesto a decir eso públicamente.
Cuando llegó al cenáculo quiso hablar, pero al mismo tiempo María, Pedro y Juan dijeron “Saben he pensado que…”, y al momento se oyó fuerte ruido y entraron como llamaradas que inundaron la casa y fue el Espíritu el que habló…


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