viernes, 14 de mayo de 2010

DO 16/5 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario


HAY QUE SEGUIR PICOTEANDO

Apenas habían pasado dos semanas desde que rompieran el cascarón y los pollitos seguían a mama gallina pegándose a sus patas, imitando cada uno de sus gestos, gracias a eso iban descubriendo los grandes tesoros que guardaba el campo donde se encontraban.
Nadie como ella para descubrir donde se escondían los pequeños y sabrosos gusanos, removía la tierra con su pata y allí estaban disponibles para que ellos los picotearan. Nadie como ella para saber cuando eran el mejor momento para apartarse cuando los gansos desfilaban sabiéndose los dueños del terreno, o para pasar al gallinero para picotear el maíz. Nadie como ella para saber cuando descansar, y ningún lugar mejor que bajo sus alas protegidos del sol y del viento.
Realmente quien había hecho posible que ellos tuvieran a mamá gallina para protegerles, guiarles y alimentarles, debía ser un ser muy inteligente. ¡qué hubieran hecho ellos sin mamá gallina!
Y así fue pasando el tiempo y cada día seguían aprendiendo. Hasta que un buen día mientras se encontraban en sus tareas rutinarias algo o alguien elevó a mamá gallina y esta desapareció. Al principio se creó un poco de desconcierto. Algunos pollos se quedaron fijos a la espera como siempre de que ella escarbara para conseguir su alimento, tan fijos que no se apercibieron de los gansos que venían en carrera y les atropellaron, otros se quedaron cerca de la malla sin atreverse a entrar porque siempre habían pasado tras mamá gallina, y aunque sabían que allá adentro se encontraba el rico maíz no eran capaces de dar un paso. Otros, que habían estado más atentos se dijeron que lo importante era hacer lo que mamá gallina había hecho siempre, y se apartaron a tiempo e intentaron después de ensayar con sus patitas y escarbar la tierra porque para sobrevivir en aquel lugar tenían que seguir picoteando.

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