miércoles, 5 de mayo de 2010

Con Otras Palabras por Pabel Alba Hernández


Un santo especializado en no hacer “milagros”

Los que de una forma u otra hemos conocido alguna de las historias de los santos de nuestra iglesia nos damos cuenta de que estos se han caracterizado por que, ya sea en vida o muerte, han realizado milagros extraordinarios.
Hoy de una forma muy inusual les voy a contar cómo fue la vida de un santo de nuestra iglesia que no ha sido caracterizado especialmente por hacer milagros extraordinarios: Pedro Nolasco.
Un día como mañana los mercedarios de todo el mundo celebramos la fiesta de quien consideramos el ideólogo de este estilo de vida, el padre de los cautivos, padre de la libertad.
Desde los inicios en que Pedro Nolasco decidió emprender el camino de la libertad, lo hizo sin búsqueda de promoción, sin pretensión alguna de llegar algún día a los altares. Pedro es un vivo ejemplo de entrega, servicio, desprendimiento y caridad. En su tiempo eran muchos los que estaban cautivos por profesar una fe cristiana y él a partir de ese momento da todo lo que tiene por esa causa, hasta su vida si fuera posible.
Los milagros visibles en Nolasco eran amor, disposición, gratuidad pero sobre todo, libertad. Hoy en día vemos que, al igual que en los días de Nolasco, nuestra sociedad está encadenada por un sin número de ataduras y esclavitudes que hacen que los seres humanos no se sientan libres.
Hoy pues es un día importante donde podemos escoger de Nolasco su sencillez, su humildad, su modo de actuar para con los demás, su entrega total al servicio de los desposeídos. Es el mejor momento de ser portador de libertad.
El trabajo que Nolasco inició, lo hizo hace 800 años atrás y hoy por hoy los mercedarios de todo el mundo intentamos ver las esclavitudes de nuestra sociedad para poder, al igual que él, liberar al mundo de toda opresión. Que el espíritu de Nolasco nos ayude a ser propagadores de la libertad, la justicia y la paz de los demás; que podamos ser capaces de ver cuáles necesidades se encuentran a nuestro alrededor e intentar asumirlas como nuestras y si fuera posible, como establece el cuarto voto mercedario, dar la vida si fuera necesario por los demás. ¡Vete y haz tú lo mismo!

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