lunes, 19 de abril de 2010

«Oración». Contada a los jóvenes por Mariola LÓPEZ VILLANUEVA, RSCJ


Cuestión de química

¿Has visto, Sonia, Física o química? Estoy segurísima de que sí. Es esa serie que espanta a los padres y adultos y os encanta a los jóvenes, donde se cuenta con cierta exageración las relaciones en un instituto entre los chavales y los profesores, la mayoría novatos, y donde hacen de todo lo imaginable. Por supuesto que no vemos a nadie rezar, ¡vaya locura¡ Incluso nos extrañaríamos si apareciera una escena así. Y, sin embargo, también la oración es cuestión de «química», como el primer beso; sólo que hay que probarla.
Si en una semana en las series que sueles ver, en las películas, en los programas de TV, buscaras algo que hablara de oración, probablemente no encontrarías: no aparece, al menos expresamente. Tampoco en las canciones es común, ni en las novelas. Por eso se os queda como algo que no fuera con este mundo ni con vosotros. Y, sin embargo, hay en ti, Sonia, y en cada uno, un anhelo grande, algo más profundo y más hondo que lo que vemos. ¿Te acuerdas de aquel joven rico que se acercó a Jesús? Es el único personaje del Evangelio que, después de encontrarse con él, se marcha entristecido, y eso que Jesús lo quiso mucho, pero él no se atrevió, no se arriesgó a dejar sus riquezas para hacer espacio a una riqueza mayor: la de Dios y los otros en el centro de la vida. Jesús lo dejó partir; con dolor y con pena, pero lo dejó partir; porque uno sólo puede mostrarlo y esperar que el otro lo tome. Recuerda siempre que todo lo que tiene que ver con Dios en tu vida será una invitación, una atracción, una propuesta, pero nunca una imposición. Tampoco la oración: eso sería no haberla descubierto.
¿Te has preguntado alguna vez a quién perteneces? Cuando descubrimos la oración en nuestra vida, es cuando empezamos a presentir que importamos para alguien, que hay una Presencia mayor que está en nosotros mucho antes de que empecemos a darnos cuenta, que nos acompaña sin que lo sepamos, y que nos espera, allá dentro, en el fondo de nuestra alma, y aquí fuera, en los encuentros y en las vivencias de cada día ¿Sabes qué es lo que más me cuesta? Saber que tenemos en nosotros, y sobre nosotros, que nos envuelve por detrás y por delante, una fuerza de amor poderosa, y que apenas sabemos cómo conectar con ella. No conocemos su «nick» para chatear, ni su móvil para mandarle un SMS.
Como te decía, también la oración es cuestión de química, de verla en otros ojos, de saber que hay un «Tú» que te espera, y decirle: «aquí estoy también yo», y acercarnos poco a poco, como cuando estrenamos un amigo y cuidamos cada cita. Pero la mayoría de las cosas que vivimos nos ocultan ese «Tú» o apenas dicen nada de él, aunque eso es sólo en apariencia, ya lo irás descubriendo. Una cosa que nos da la oración son «ojos»: de pronto, las cosas y tu propia vida se ven con otra luz, de otra manera. Es tan hermoso poder llevar a otros allí, como una cita compartida de Messenger...; sólo que las cosas que se dicen son de corazón a corazón y quedan grabadas en el disco duro de nuestra memoria. Esos mensajes no se borran ni ocupan espacio. Y no sólo ves u oyes, sino que puedes tocar y ser tocada ¿Voy demasiado deprisa? ¡Es que deseo tanto que te den ganas de probarla...!

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