miércoles, 21 de abril de 2010

Con Otras Palabras por Pabel Alba Hernández


Jesús, secuestrado

Cuando al aludir a Jesús no se dice todo lo que él dijo, ni se le presenta tal como él fue, se le coloca en condición de secuestrado. Lo mismo ocurre cuando se dice seguirlo y no se hace o se intenta hacer lo que él hizo.
Jesús está secuestrado cuando no se le presenta como un partidario abierto de los oprimidos (los pobres, los abrumados, los abusados, los cautivos, los desnudos, los que son víctimas de las injusticias, los desvalidos, los deudores, los que pasan hambre, los pequeños, los sin tierra, los desempleados o los que no reciben un salario justo) y en contra de los opresores (los poderosos, los que al no pagar salarios justos derraman sangre, los que explotan al prójimo, los que reprimen y asesinan, los que llenan la ciudad de violencia, los abusadores, los amos, los autores de fraudes, los usureros, los arrogantes, los que engañan al pueblo, los embusteros y simuladores, los que dan sentencias inicuas, los que atropellan, los mercaderes del templo, los que propician la guerra y un comercio internacional injusto).
Jesús está secuestrado cuando se dice servirle y en realidad se sirve a dos patrones.
Está secuestrado, y no precisamente por quienes se sabe son sus enemigos jurados, sino por algunos de los que se proclaman sus practicantes, sus ministros, sus servidores.
Ese estado de secuestro está relacionado con la situación de acomodamiento en que se encuentra una determinada proporción de ministros eclesiales católicos, según lo sostuvo el propio papa Benedicto XVI hace ya algunos años. Distintas señales permiten establecer que el deseo de trocar vida buena por buena vida, es extensivo también a algunos pastores evangélicos, pentecostales, adventistas, etc.
Como parte del descenso o estancamiento en la calidad de la práctica cristiana, que en la contemporaneidad se da en algunas áreas, encontramos que la rutina está presente en importantes segmentos que cumplen fielmente sólo con rituales, sintiendo que con ello compensan la falta de amor y de obra.
Sólo dentro de ese estado de secuestro, que da lugar a la referida falta de amor y de obra, se puede entender la existencia de una desigualdad tan anticristiana como inmoral, expresada en los datos arrojados por investigadores del Centro Juan Montalvo, en el sentido de que en la República Dominicana el 20 % más rico de la población recibió en el 2007 el 55.51 % de la renta nacional, en tanto que el 20 % de menor ingreso apenas percibió el 3.44 % de dicha renta.
Esta insólita distribución del ingreso nacional, que en términos generales se mantiene desde hace años dentro de los mismos límites, no es fruto de un mal funcionamiento económico ni de un simple fallo metodológico, sino de una concepción en extremo egoísta que lleva a pensar la felicidad como un bien propio y del entorno familiar.
Pero así como se dan hoy posturas dentro del cristianismo, que se corresponden o son el producto de lo que hemos caracterizado como el secuestro del gran Jesús, también existen esperanzadoras expresiones de retorno a su fundador, que se han planteado asumir la “opción preferencial por los pobres” como una responsable y renovada práctica de solidaridad social y de búsqueda de la liberación plena.

Ojalá podamos entender que reflexiones como estas no tienen mucho valor si no llevan a pensar y actuar en una operación de rescate. "Vete y haz tú lo mismo"

 
PD: Este es uno de los tantos comentarios que para Clave Digital escribe quien fuera mi profesor de Int. Ciencias Sociales, Celedonio Jiménez.

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