miércoles, 24 de febrero de 2010

DO 28/2 Evangelio y Vida por Fray José Muñoz, mercedario


ENTRE NUBES

Al fin se encontraba en el lugar adecuado, en las alturas dominando sobre cualquier otro ser viviente. Una brisa fresca y fuerte le recordaba su fragilidad frente a los elementos de la naturaleza, y al mismo tiempo le daban la seguridad para mantener el equilibrio, sabiéndose amo y señor de los cielos.
El ascenso había sido lento, pero constante, conquistando cada centímetro a fuerza de músculo, y ahora en su atalaya se sentía en la gloria. ¡Que bien se estaba ahí!, sería capaz de mantenerse de forma permanente, disfrutando de esa sensación de poder. ¡Cómo le admirarían, envidiarían los seres que se arrastraban en la tierra!, esclavos de sus pequeñas miserias, cautivos de sus temores. Mientras que él se sentía el rey. ¡Que bueno si se pudiera mantener siempre en este nivel!
En este momento no contaban los problemas y las dificultades que tenía que afrontar diariamente para buscarse el sustento. Cada día se convertía en una lucha. Su sola presencia suscitaba el temor de los que le veían. Aquí en lo alto ya no había amigos ni enemigos, solo él y la inmensidad para ser completamente feliz.
Pero, ¡él no estaba solo! Tenía responsabilidades, compromisos, no era solo su felicidad. Abajo le esperaban sus polluelos hambrientos, subir en espiral hasta encontrar una corriente que lo mantuviera planeando en perfecto equilibrio siempre era duro, pero no podía quedarse allí, abajo otros contaban con él. Y lanzándose en picado descendió de nuevo al valle en busca del sustento, del reencuentro con lo suyos, de la verdadera vida, para la cual había sido creado.

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