jueves, 28 de enero de 2010

Evangelio y Vida / Domingo 31: ¿QUIÉN TE CREES TÚ? por Fray José Muñoz, mercedario



Entre las tierras que se podían observar en la región, aquella porción de terreno se podía describir como privilegiada. Se apreciaba un cambio en la tonalidad, un verde radiante, y desde lejos una notable diferencia en la altura y frondosidad de sus árboles, sin mencionar el frescor que se sentía al pasar entre la hierba.
Pero aquel verano algo cambió, tan orgulloso se sentía el terreno de su estatus que cambió de actitud para con los animales que habitualmente transitaban por allí, ya no se conformaba con el vulgar ratón que roía de forma tan vulgar sus preciadas nueces y avellanas, o el sencillo gorrión que desgranaba sus semillas derramando la mayor parte, o con el nervioso conejo que horadaba su superficie para rumiar sus preciadas zanahorias y remolachas, o la cabra que arrancaba sin compasión su verde hierba. Cuando alguno de estos animales se acercaba les impedía entrar: ¿quienes se habían creído?, Su gran calidad solo era digna de animales más nobles.
Los animalitos se iban a otros lugares más pobres, pero aun así alimenticios.
Al año siguiente, el terreno antes exuberante mostraba una imagen bien distinta, muchas de las semillas caídas habían brotado robando energía alrededor de los troncos, estos tenían pocas hojas y algunos raquíticos frutos, los granos de las orgullosas espigas habían sido llevados por el viento a otros lugares, la hierba había crecido tanto que al secarse se acumuló de tal manera que en una noche de tormenta una chispa prendió y dejó un buen trozo calcinado, el terreno endurecido por el sol, sin grietas ni agujeros de animales impidió que la lluvia se introdujera y muchas raíces se secaron. En cambio otros terrenos, antes áridos, presentaban una imagen diferente. De forma intermitente algunos arbolitos iban irrumpiendo aquí y allá como signo de una nueva vida.

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