jueves, 7 de enero de 2010

EVANGELIO Y VIDA/Domingo 10: DE HILO A TORRENTE DE AGUA por Fray José Muñoz, Mercedario




Era una tierra seca y baldía, apenas regada con el agua de lluvia que caía de tiempo en tiempo, hasta que llegó aquel joven, sin historia, sin credenciales y con ideas locas, decía que el había estudiado y por la formación del terreno se podía intuir el agua escondida, solo se necesitaba confianza y voluntad. La mayoría no le hicieron caso, pero algunos se acercaron y le ayudaron. Horadaron la montaña, apenas comían, iban mal vestidos y sucios por el contacto con la tierra. La gente los criticaba y se reía de sus locuras, más valía la escasa agua de lluvia que mil lagos subterráneos inexistentes, hasta que un buen día comenzó a correr un hilillo de agua, escaso pero constante. Habían eliminado el obstáculo que impedía que el agua brotara. Y todo se volvieron alabanzas: “no si en el fondo sabía que el joven tenía idea”, “yo estaba a punto de ayudarles, pero el agua se adelantó”, “yo le iba a decir que iba a cavar un poco más allá”, “ ¿que tenemos que hacer?”
La noticia corrió y un buen día se acercó al lugar un especialista que quería saber más del acontecimiento, el joven al verlo le abrazó sorprendido, “pero si es el licenciado Manuel, mi gran maestro, ¿Qué le trae por aquí?, “He venido a aprender”, le dijo el maestro. “No, yo no soy más que un alumno con suerte, si usted nos ayuda seguro que este hilillo de agua se convertirá en un torrente” y dirigiéndose a los demás les dijo: “háganle caso, él sabe lo que hay que hacer”, el licenciado replicó: “Si, pero primero enséñame, porque hay cosas que los libros y las aulas no dicen, y después yo también me pondré a la tarea”, y tras un larga y plácida plática ambos se adentraron en la montaña para continuar.
Con el correr de los días el agua fue aumentando de tal forma que no solo completó las necesidades de los vecinos del pueblo, sino que llegó hasta los confines lejanos y así muchos pueblos también se beneficiaron.

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