jueves, 17 de diciembre de 2009

IV Domingo de Adviento: DICHOSA por Fray José Muñoz, Mercedario


Van cambiando las categorías a la hora de valorar la verdadera felicidad. La sociedad está en continua búsqueda para encontrar los medios que hagan la vida más fácil. Algunas personas no necesitan realizar ningún esfuerzo para procurarse lo que necesitan. Con la informática pueden trabajar en casa, y pueden solicitar todo tipo de cosas que cubran sus necesidades. Siempre habrá alguien que les lleve hasta la casa el alimento, y así nadie los molesta. La vida es más fácil, ¿pero así uno es más feliz?
Van quedando lejanos los días en que había que realizar un gran esfuerzo para llegar a un lugar determinado, hoy sea en un flamante carro o en una moto desvencijada llegamos a donde queremos sin dar un solo paso, nos cansamos menos pero ¿podemos sentirnos más satisfechos?
Es gratificante escuchar como alguien puede realizar una gran caminata, no para ir a una fiesta, no para ir de compras, no para darse un paseo relajante, sino para ayudar a un familiar, y cuando llega a su destino en lugar de quejarse por el cansancio, o por el trabajo que le espera o por lo poco que va a ganar, exhibe su mejor sonrisa y se presenta con un saludo cordial.
Y tampoco es de extrañar que Isabel se sienta tan feliz al ver a María, y en lugar de quejarse de su estado de su gordura, de lo cansada que está las últimas semanas, reserve sus mejores palabras para bendecir y agradecer a María.
Estas dos mujeres nos enseñan a disfrutar de los placeres de la vida sencilla, donde la sola presencia de alguien trae confianza y alegría y hace olvidar las penas, que aunque siempre estén ahí no pueden alterar la verdadera felicidad.
¡Y nosotros!, ¿nos sentimos dichosos de cada momento de nuestra vida?

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