martes, 3 de noviembre de 2009

Un nuevo rumbo en una nueva tierra por el Padre Pepe Muñoz, mercedario

Aunque he ido ablandando mis huesos por bastantes lugares, estos comenzaron a formarse en un pueblecito de la Mancha un 19 de marzo de 1958 y tras una feliz infancia cargada de ilusiones, sorpresas, y no pocas travesuras me encontré un buen día en el monasterio de Poyo, un 15 de agosto del 76, dando el “primer si” al Señor, con esperanzas y alguna que otra duda. Y me adentré en el escabroso mundo del saber, entre filosofías y teologías con la mirada puesta en selvas y desiertos que algún día podría recorrer para llevar el evangelio a rincones inexplorados.
Un paso tras otro llegué al momento culminante, primero con la profesión solemne como religioso mercedario y después con la ordenación de manos del obispo del lugar Mos. Mauro Repullés.
No contento con lo estudiado completé mis estudios como maestro, lo cual dio al traste con mis expectativas de misión, y en lugar de la selva me vi inmerso en un colegio, donde a veces se encuentran fieras salvajes de otro tipo, pero la esperanza es lo último que se pierde. Tras un año de estancia en un hogar de acogida para refugiados en Madrid donde comencé a vislumbrar la realidad de otros mundos fui destinado a África, a Rwanda, donde, lejos de mi intención no tuve que evangelizar, ellos me evangelizaron a mí, me sentí feliz de poder hacer algo y de aprender, pero la dicha no es eterna y la guerra vino a desbaratar cuatro años de buen trabajo, aunque tuvimos que salir del país, volvimos con los refugiados al Zaire, hasta que un nuevo conflicto barrió del mapa esos grandes campos y se reinició el éxodo. Aun volví de nuevo al Zaire con otra encomienda pero con el mismo afán de pelear contra la miseria, el hambre y la ignorancia, pelea que sigue vigente porque estos soldados pueden más que nosotros.
Volví a España y de nuevo fui destinado con un rumbo totalmente diferente a Puerto Rico, durante diez años me he convertido en boricua, formando parte de una gran familia, añadiendo nuevas experiencias, y sintiendo que era y soy parte de sonrisas, alegrías y tristezas y ahora en el meridiano de mi vida, aún en el Caribe, he tomado un nuevo rumbo en una nueva tierra y siento que aun estoy cargado de esperanzas, de inquietudes, de ansias por seguir descubriendo junto a nuevos hermanos las maravillas que Dios Padre hace con nosotros.

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