lunes, 23 de noviembre de 2009

Orar con el oído

Hay un dicho que dice:
¡No es lo mismo oír que escuchar!
Oír, es más superficial.
Escuchar, requiere estar muy atento.


En la mañana y durante el día, cae en la cuenta de la infinidad de cosas que oyes. Desde los ruidos más externos (el agua de la ducha, los de la casa, el de los coches mientras vas al trabajo o al estudio, o mientras paseas; el murmullo de las personas que se entrecruzan por las calles, en los comercios, en los bares...), hasta los más cercanos, (mientras hablas con alguna persona, familiar o amigo, o estás delante del televisor...)

En la noche, recuerda cómo te ha dejado todo lo que has oído durante el día. ¿Te produce nerviosismo, o te ha dejado en paz? ¿has podido distinguir entre oír -ruidos que te vienen de fuera- y escuchar o estar atento a algo o a alguien que te ha resultado beneficioso?

¿Has relacionado alguna vez tu fe, tu experiencia de Dios, con la capacidad de escucha? ¿A qué te suena ese dicho de San Pablo, tan breve como sugerente, de... “fides ex auditu” (de que la fe entra por el oído; de que la fe es escuchar, entre la multitud de palabras que nos envuelven cada día, una Palabra especial: la Palabra de Dios)? Tal vez merezca la pena seguir atento/a para perfeccionar tu capacidad de escucha.

• Cuestión de oído
Dos amigos andan juntos por una calle de Hamburgo. Pavimento de Alemania, tiendas, bancos y anuncias y tráfico. Los envuelve el ruido multiforme de la ciudad moderna. Aunque los amigos son diferentes y se nota en su andar. Uno es alemán de la tierra, hijo de la ciudad, criatura del asfalto, ciudadano del marco. El otro es un yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaranjadas y mirada inocente.Anda con pies descalzos que apresuran su ritmo normal para seguir a su amigo en la ciudad. Caminan juntos por la calle comercial.
De repente el yogui se para, toma del brazo a su amigo el alemán y le dice: “Escucha, está cantando un pájaro”. El amigo alemán le contesta: “No digas tonterías. Aquí no hay pájaros.Vamos, no te detengas y sigue adelante”. Al cabo de un rato el yogui disimuladamente deja caer una moneda sobre el pavimento. El amigo alemán se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído algo”. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el adoquín. El yogui sonríe.Tus oídos están afinados al dinero, y eso es lo que oyen. Basta la campanilla mínima de una moneda sobre el asfalto para que se llenen tus oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu corazón. Oímos lo que queremos. En cambio estás desafinado ante los oídos de la naturaleza. Tienes muy buen oído pero estás sordo.Y no sólo de oído, sino de todo. Estás cerrado a la belleza y a la alegría y a los colores del día y a los sonidos del aire. ¡El pájaro sí que había cantado! Estamos desafinados.
Carlos G.Vallés

• Recoge la semana
Has dedicado esta semana a centrar tu atención en el uso que haces de tu oído. Conviene, al final de la misma, que vuelvas sobre la experiencia que has tenido al meditar sobre él: ¿Te ha resultado fácil o difícil? ¿Agradable o desagradable?¿Positiva o negativa? Y busca el porqué. No dejes de dar gracias a Dios por todo lo bueno que hayas vivido y de pedirle perdón si en algo le has fallado.

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