viernes, 30 de octubre de 2009

Evangelio del Domingo 1 de Noviembre: "Los santos: libres y felices" por Alejandro Fernández Barrajón, mercedario

DÍA DE TODOS LOS SANTOS. Dice el catecismo de la Iglesia católica que la vocación del ser humano es la felicidad. Y parece que al menos en esto todos estamos bastante de acuerdo. Ser felices es un horizonte que todos queremos alcanzar y una meta a la que no estamos dispuestos a renunciar por nada del mundo. Las dudas y las disensiones aparecen cuando intentamos ponernos de acuerdo en el modo más acertado para ser felices. Queremos ser felices todos ¿pero cómo conseguirlo? La felicidad no consiste en encontrar lo que anhelamos, ni siquiera en satisfacer nuestros deseos, ni está en los pequeños o grandes éxitos que vayamos logrando, parece claro que tampoco podemos comprarla por mucho dinero que tengamos; ahí están los fracasos humanos de Cristina Onasis y de Marilyn Monroe precisamente cuando más éxito, reconocimiento y dinero poseían. Con dinero sólo podemos adquirir apariencia de felicidad, sucedáneos y envolventes hermosos que no contienen la auténtica felicidad. Tal vez por eso abunda una cierta tristeza, desencanto y desesperanza entre la gente; tal vez por eso las consultas del psiquiatra están llenas de personas muy vulnerables, heridas y frustradas que soñaron con ser felices pero se despertaron y la realidad era otra muy distinta. Todo esto sucede cuando se equivocan los cauces para conseguir la felicidad y lo que alcanzamos al final es más amargura y tristeza que otra cosa. La felicidad se disfraza de placer, de éxito, de notoriedad social, de poder adquisitivo, de disfrute en general. Y casi siempre la felicidad tiene muy poco que ver con eso. ¿Dónde encontrar esa felicidad que ansiamos?¿Cómo devolverle al hombre y a la mujer el gozo y la dicha, la serenidad y la esperanza que Dios desea para ellos? Si escuchamos las bienaventuranzas del mundo enseguida escucharemos, tal vez incluso en nuestra propia casa: Felices los que pueden estar a la última, se compran la ropa más moderna y viven inmersos en la marcha. Felices los que disfrutan de holgura económica y pueden comprarse cuanto desean. Felices los que viven a tope y disfrutan de la vida sin trabas. Felices los que alcanzan el éxito y reciben felicitaciones y homenajes y son envidiados e imitados. Felices los que no se complican la vida y viven al margen de problemas y de malos rollos. En el fondo se trata de seguir los dictados de la postmodernidad que tiene como eslogan: nada es cierto, todo es posible: un absoluto relativismo. Pero este tren no nos lleva casi nunca a la estación de la felicidad a la que queremos viajar. Más bien genera en nosotros ansiedad, desmoronamiento interior, vulnerabilidad a flor de piel, tristeza y hasta depresión… Parece que la felicidad está en otro lugar y se llega a ella por otro camino. En el día de los santos, los buenos, los fieles, los felices… el Evangelio nos propone otro método distinto de ser felices. Es un método discutido porque si bien es verdad que produce la felicidad a juicio de los que lo han recorrido, no es menos cierto que la inversión es mucha, arriesgada e impopular. El camino que Jesús nos propone es el de las bienaventuranzas. Uniendo el verdadero amor a la entrega y al sacrificio por los otros, en la donación, en la generosidad vital.

No hay comentarios: