sábado, 1 de septiembre de 2012

Con Otras Palabras por Pabel A. Alba Hernández

Perdidos


Cuando caminamos y caminamos y olvidamos hacia dónde queremos llegar, con quién queremos andar, qué cosas hemos de llevar y de dejar, cometemos muchos errores en nuestro viaje.

Suele pasar mucho en los grupos. Los discípulos y discípulas son un ejemplo claro de ello; no comprenden algunas parábolas de Jesús; se olvidan de su misión y piensan como humanos y no como Dios; buscan puestos privilegiados, se afanan por hacer otras cosas y olvidan la parte importante.

Hay conocedores de leyes, dogmas, encíclicas, catecismo, derecho canónico… pero desconocedores de Jesús. Han leído sobre él, dan charlas sobre él pero no han vivido con él.

En nuestros grupos puede también haber una falta de identidad. No se trata de no tener un nombre como grupo, una cabeza o un equipo coordinador, sino más bien identidad cristiana. Se puede caer en la tentación de pasar por alto el centro que nos une, a quién le estamos sirviendo. Jesús.

Podemos programar, organizar buenas catequesis, buen proyecto para todo un año. Fiesta de navidad, campamentos…. Pero si toda esa programación no pasa obligatoriamente por Jesús, se puede derivar, lamentablemente, en convertirse en un grupo de amigos que llevan a cabo ciertas actividades “cristianas” dentro de la iglesia y no más.

Y nos podemos pasar años en estos grupos, con autoengaño de servir a los demás pero es simplemente un llevar a cabo un plan sin sentido, sin identidad, con discusiones, divisiones y ¿al final qué?

Estaremos en acuerdos y desacuerdos pero una cosa debe quedar siempre clara y debe marcar las diferencias entre unos y otros. Ha sido Cristo que nos ha invitado a estar con él. No le servimos a una persona, a un líder, asesor… nos sentimos interpelados a ser vida el proyecto de salvación de Dios para la humanidad.

Ése es nuestro objetivo. Sólo hay una cosa importante. El que tenga oídos que oiga. ¡Vete y haz tú lo mismo!

¡Que sueñes bien!

viernes, 24 de agosto de 2012

Con Otras Palabras por Pabel A. Alba Hernández

Ser (por y para) los demás




Como cada día la madre se levantaba bien temprano para poder ir a buscar la comida necesaria para alimentar a sus crías. Eran pelícanos que les encantaban los peces bien frescos. No imaginaban el trabajo que le costaba a su madre poner este alimento día tras día en la mesa. Ella sí imaginaba el placer que provocaba en sus hijos este manjar.

Un buen día, gracias a la ayuda de los humanos, el mar se contaminó y todos los peces murieron. La madre al ver semejante catástrofe se sintió indignada ya que no sabía con qué iba alimentar a sus pequeños. Pasó toda la jornada recorriendo el mar con la ilusión de conseguir tan siquiera un pez. Su búsqueda fue un fracaso.

Ya en casa se percataba del hambre que padecían sus criaturas y sin pensarlo dos veces con su pico empezó a punzar en su pecho en busca de comida, manaba sangre pero sobre todo, alimento capaz de satisfacer a sus hijos. Era su propia carne, sí. Estaba dispuesta a sufrir y hasta morir para dar de comer a los suyos.

Es sólo una historia que ilustra una realidad. Los pelícanos son capaces de sacrificar su vida si de alimentar a sus crías se trata.

Alguien también ha sido capaz de sufrir y morir para ser alimento de VIDA y SALVACIÓN.

Los pelícanos actúan por instinto. Él lo hizo por amor. ¿Y tú? ¡Vete y haz tú lo mismo!

Un minuto de meditación…

Seamos Luz…




Hay dos maneras de difundir la luz… ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja.  (Lin Yutang)

viernes, 17 de agosto de 2012

Con Otras Palabras por Pabel Alba Hernández

Por qué soy cristiano

¿Por qué soy cristiano, católico? Mis padres no fueron especialmente religiosos, pero sí mantenían algunas tradiciones. Fui a una escuela de barrio al lado de casa en el Poble Sec. Mi mejor formación fue el escultismo, el aconfesional, que no laicista. Abandoné la práctica religiosa a los 17 años y retorné a los cuarenta muy cumplidos. En medio de una vida intensa, con una buena dosis de aventura. De este tiempo tengo la experiencia de lo que significa vivir al margen de Dios, y en qué radica su atractivo.

Se acostumbra a ir a Dios a causa del sufrimiento. No fue mi caso. Hacía año y medio que era conceller de Generalitat, y ya sabía dónde estaban los botones y conseguía (más o menos) que funcionaran. ¡Una gozada! Sensación de plenitud personal y al tiempo constancia de un vacío. ¿Cómo se come esto? Al principio no sabes muy bien qué es lo que falta ¿Cuál es esa ausencia tan grande? Pero si te preguntas, lo encuentras. Él está ahí. Humilde, respetándote en tu error, pero al mínimo gesto se alza, te llama. Basta con la delicadeza de escucharlo y la humildad ante su Misterio. Debo decir que en mi búsqueda me ayudaron poco gentes ilustres del mundo católico. Demasiada teología y sociología de vuelo gallináceo revestida de ornamentos y escasa contemplación de Él, pero la providencia me regaló un gran sacerdote, Francesc Vergés. Él me ayudó en la experiencia de Dios, a entender los pecados de humanidad de la Iglesia, y que el listón no debe rebajarse, sino ayudar amorosamente a intentar saltarlo una y otra vez. Cada uno tiene sus pecados estructurales, los que te atan al lado malo de la vida. No los vences engañándote. Dos autores fueron en mi ayuda. Uno, un teólogo inmenso, Hans Urs von Baltashar. Leí, sin dificultad pero con pasión, su Gloria, su Teológica, y casi toda la Teodramática. Por él conocí a otro maestro del pensar la fe, el cardenal Ratzinger; Benedicto XVI. El otro autor era anglicano, historiador brillante de los primeros siglos del cristianismo, que se convirtió al catolicismo y llegó a ser cardenal, John Henry Newman. Ejemplo de la elegancia suprema que se alcanza cuando se unen razón y fe. Pero todo eso quizá no hubiera servido si en mi corazón no hubieran estado sembradas unas pocas referencias religiosas, sencillas, infantiles. Y esta es una gran razón para evangelizar. Hay demasiados buscadores de semillas.

Josep Miró i Ardèvol


Leyendo el periódico en estos días me he encontrado con esto. Para mí es digno de admiración el tener la valentía, la capacidad y la fe, para expresar lo bien que se siente al estar con Dios.

Buscar respuestas al sentido de ser cristiano no es cuestionar a Dios. Es dar fundamento a nuestra vida y con ella, afianzar los lazos y el compromiso que nos une con Dios. ¡Vete y haz tú lo mismo!

lunes, 13 de agosto de 2012

GUSTEN Y VEAN QUE BUENO ES JESUS por Fr. Ermes Liriano, mercedario



Hace un par de domingos habíamos escuchado en el evangelio según Marcos como la gente de Nazaret comentaba sobre el origen familiar de Jesús. Y allí “no pudo hacer muchos milagros”. Hoy vemos la misma incredulidad entre los judíos que le habían escuchado decir: “Yo soy el pan bajado del cielo”.

Jesús pasó toda su vida haciendo el bien, dando vida a los demás. Por eso, podemos decir que Él es Pan, un pan partido para alimentar a todos.

Es posible que las dudas que tuvieron aquellas personas con respecto a Jesús sean las mismas que se suelen tener hoy. Cuando aparece alguien bueno en nuestra vida, cuando estamos pasando un momento bueno, cuando nos hacen un bien; no siempre lo agradecemos, a veces dudamos… Nos cuesta GUSTAR Y VER LO BUENO, muchas veces es más fácil ver lo malo.

Creer en Jesús como Pan de Vida, y celebrarlo presente en la Eucaristía es creer que vale la pena vivir la vida como Él la vivió. Solo una vida así perdura por siempre: esa es la Vida de Dios, la vida que Dios nos da.

No podemos olvidar que cuando comulgamos, asumimos el compromiso de darle vida al mundo. Toda la muerte que hay a nuestro alrededor debe volverse vida.

Si los que están a nuestro alrededor no GUSTAN NI VEN LO BUENO QUE ES EL SEÑOR, vana es nuestra fe y vana es nuestra comunión. La vida que Jesús nos muestra en su evangelio, la vida que él nos ofrece en la Eucaristía es para que todos la gustemos; y digamos que bueno es el Señor.

¿Cómo ves tú el Mundo…?