miércoles, 11 de agosto de 2010

A TIENTAS por Mariola López Villanueva, rscj



“Venid a mí todos los que estéis agobiados y cansados,
 y yo os aliviaré” Mt 11, 28-

Cuántas veces he deseado perderme en tus palabras, dejarme tomar por ellas, lentamente, hasta que aquello que miramos, que tocamos, que nombramos, pueda tener tu mismo acento.

Aprender tu manera de encontrarte a gusto con los más pequeños, tu secreto para hacerte entender tan bien por ellos. Que nos cuentes cómo los mirabas para que sintieran deseos de clamar por su vida más honda, cómo les hablabas para hacerles sentir que su voz te importaba como palabra primera, cómo tocabas sus vidas para traerlas del llanto a la alabanza, cómo veías que el Padre los amaba sobre todo; cómo hacías para que se sintieran felices contigo, no más abajo sino a la altura de tus ojos y de tu boca. Y atravesar el camino secreto y escondido que lleva hasta Ti desde aquellos rostros que provocan tu bendición y tu alabanza.

A todos los cansados, a los que andan sin sentido, a aquellos que no pueden más, a los que dejamos al margen, a los abatidos por los sufrimientos de la vida... Tú los llamas preferencialmente: "Venid a mí que yo os aliviaré". ¿Cómo llevar estas palabras de parte tuya si no las aprendemos antes de ti mismo, si no nos dejamos curar cada vez?
A veces nos entra miedo porque nos sentimos incapaces de llevar la carga pero tú dices que para aprender de ti tenemos que tomar tu yugo, que el acceso al interior de tu vida se nos da en la medida en que la vamos compartiendo. Y escuchar allí constantemente: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón".

Que nos expongamos a estas palabras, Señor, como al sol de nuestra vida, que ellas vayan tomando nuestra carne, nos vayan conformando, nos vayan haciendo cada vez un poco más como tú, pobres y felices. Y en silencio, con un temblor y un agradecimiento profundos, dejarnos imantar por Ti hacia donde quieras llevarnos.


No hay comentarios: